domingo, 7 de septiembre de 2014

querer

En la tarde amarga la miel se derramaba indecente por las grietas del silencio y hacía sonrojar a las señoritas. No! De ninguna manera. Si hubiera querido verla con el cuerpo rozando el aire, con el aire rozando el cuerpo, inmiscuyéndose entre él, respirando su propio aroma, la hubiera desnudado de un sólo toque, forzoso, pero seguro. En cambio, la aflorada cadencia de movimientos curvados, redondos, vacíos de ángulos, mostró a la luz del día que la noche se venía pronto.  
                                                                                                        16/10/2005